lunes, 5 de diciembre de 2011

Horrores de la Noche. Escrito por Gabriela. La casa

Helena era una niña insoportable, se rodeaba de amigas a las cuales, ella pudiera manipular. Era egoísta y caprichosa, siempre quería tener la razón y cuando lo contrariaban hacía como sino escuchará, solo su hermano Francisco sabía como dominarla. Francisco era un chico inteligente y maduro para su edad y aunque quería mucho a su hermana, siempre que podía trataba de corregir a la egocéntrica niña.
Aquel atardecer, estaba más oscuro de lo normal, era luna nueva y el cielo se encontraba sin luz lunar.
Helena, como siempre obstinada en lo que quería, decidió sacar de paseo a su perro, su hermano, advirtió que era una tarde desagradable y fría. Los padres de ambos niños aún no habían llegado del trabajo y Helena una vez más no prestó atención a su hermano y, salió.
Las calles estaban desoladas y cada vez más oscuras, Helena comenzó a tener miedo, los árboles parecían gigantes con los brazos retorcidos, elevándose al cielo. Tomy  (el perro) salió corriendo detrás de un gato y Helena, se reprochó haberlo soltado de la correa.
El perro se internó por unas callejuelas estrechas, Helena corrió tras él, pero no lograba encontrarlo; Arrinconada en un portal se encontró, con una viejecilla, Helena se aproximó para preguntarle, si había visto al perro, no esperaba ver un rostro tan espeluznante, las manos huesudas de afiladas uñas se clavaron en los brazos de Helena. La niña sintió como la vieja le arrastraba violentamente, dentro de una casa sucia y mal oliente, las telas de arañas se le pegaban en la cara y el pelo, Helena no paraba de gritar y sollozar.
El suelo crujía y Helena perdió el sentido. Despertó, helada de frío, un líquido verdoso, pegajoso, y hediondo, cercaba sus labios y había manchado la blusa que llevaba, le dolía todo el cuerpo y le costo ponerse de pié. Miró en todas las direcciones y comprobó que estaba sola, la horrible vieja había desaparecido. Sacudió sus ropas y salió corriendo de la casa, camino a su casa encontró a Tomy, que al verla comenzó a gruñirle y salió corriendo.
Francisco preocupado la esperaba en la puerta de la vivienda y exclamó horrorizado, al ver a su hermana. Helena contó a su hermano todo lo sucedido y este le acompaño a su cuarto. Cuando Helena se tranquilizó, decidió ducharse y una vez en el agua, notó como la piel comenzaba a arrugarse, sus manos eran huesudas, y al lavarse el pelo vio como se le desprendían  mechones de su cabeza. Salió rápidamente del baño y sin atreverse a mirarse al espejo sintió, un dolor en la piel, que se desprendía de su cuerpo, dejando al descubierto impresionantes llagas rojizas. Corrió hacía el espejo, y sin poder reprimir un grito, vio reflejada la figura de la vieja. Ya no saldría nunca más de su habitación. 
En los meses siguientes Helena olvidó que algún día había sido, una niña y su familia, olvidó que en la habitación de arriba vivía la que meses atrás, fuese su hija y su hermana. Habían pasado solo tres meses, cuando en la casa vecina, llegaron a instalarse un joven matrimonio con una niña. Helena la vio por su ventana y le recordó por la actitud de la niña, a la que había sido ella.
En poco tiempo, se hizo de amigas, se mostraba egoísta y caprichosa.
Un día, al pasar por la casa de Helena, los ojos de ambas cruzaron las miradas, la nueva niña sonrió irónicamente y su mirada fría estremeció a Helena, que al comprender lo sucedido, de sus ojos sin luz se escaparon dos lágrimas surcando su arrugada cara. Ya era tarde para oír los consejos de los que la habían querido.

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