miércoles, 4 de enero de 2012

Horrores de la Noche. Escrito por Gabriela. Gemelas. (Especial Navidad)

Marta y Raquel eran gemelas, y como toas las navidades irían a la casa de sus abuelos. Estos vivían en una antigua y fría casa de campo, ubicada en medio e un gran bosque y como decía Raquel, alejada totalmente de la civilización.
Las jóvenes habían quedado huérfanas y vivían con el tío Fred (solterón, cascarrabias), ambas soñaban llegar a los dieciocho años e independizarse.
Llegaron a la estación del pueblo, estaba esperando al pie del andén Tomás, el viejo y buen mayordomo de la familia. 
La casa estaba a 30 km del pueblo, el anciano cogió las maletas, abrazó a las jovencitas y subiendo al antiguo coche se pusieron en marcha.
Fred no articulo palabra en todo el viaje y las gemelas notaron que el mayordomo estaba pensativo y triste.
En el camino vieron a Pablo montando en su bicicleta, y al pasar las jóvenes le saludaron y este les devolvió el saludo.
¡Qué delgado y diferente esta Pablo! - Comentó Marta, mientras Raquel asintió con la cabeza. Sus abuelos las recibieron y aunque intentaron ser cariñosos, las dos hermanas notaron que en los ojos de los ancianos había frialdad. 
Después de cenar, se retiraron a las habitaciones. Por la mañana después de desayunar, decidieron ir a correr al bosque, lo hacían desde pequeñas, solían divertirse ya que la que perdía era la que se ocupaba de deshacer las maletas y ordenar la ropa.
Las muchachas eran dos gotas de agua, difícilmente alguien podía reconocer quién era quién, y esto les servía para bromear con los amigos. 
No es que tuviesen muchas amistades en los alrededores, la casa de Pablo se encontraba a unos 5 km de la de los abuelos, Miriam y José a unos 7 km y César quedaba más alejado.
Todos salían a correr por el bosque en las mañanas de invierno y esperaban cruzarse en algún momento con ellos.
Iban bromeando mientras se internaban a través de los altos árboles. Raquel creyó oír un extraño ruido y paró para oír mejor, mientras Marta le preguntó que le pasaba. Nada, respondió la primera, y de repente creyeron escuchar la voz de Miriam gritando; corre, corre. El sonido se acercaba cada vez más y divisaron a Miriam, parecía aterrada, casi sollozando, le seguía José, pálido y corriendo desenfrenadamente, ya cerca de las hermanas gritaron a ambas, corred, corred, por el amor de Cristo! Corrían sin rumbo y las gemelas no sabían el por qué de aquel desespero. 
De repente, una mano arrastró a Raquel y esta a Marta, era César que se metió entre unas rocas que formaban una pequeña cueva; allí se escondieron los cinco, las gemelas no sabían que estaba sucediendo y solo veían el pánico reflejado en el rostro de sus amigos, Miriam rompió el silencio hablando en susurro, y dirigiéndose a César le preguntó, ¿los has visto?¿Se habrán marchado? ¿Podremos salir? Para ya, le respondió el joven, saldremos todos juntos y nos dirigiremos a la cabaña abandonada cerca del lago, ahí estaremos a salvo, ha notado que huyen del agua. Raquel y Marta, no sabían de que hablaban sus amigos y preguntaron que pasaba casi al unísono. Ya les explicaremos, ahora debemos darnos prisa.
Se encontraban cerca de la cabaña, cuando apareció Pablo llamando a las dos hermanas insistiendo en que, fueran con él; los abuelos de las jóvenes se encontraban enfermos y llamaban a las nietas. César se interpuso entre Pablo y las gemelas, no vayan es mentira, exclamó. Pablo clavó una fría mirada en César y volvió a repetir que las hermanas debían seguirle. Los tres se alejaron, mientras que José, Miriam y César desaparecieron adentrándose en una cueva cercana a la cabaña.
Fue en ese mismo instante cuando Pablo puso su indice sobre los labios en señal de silencio y señalo a las dos jóvenes para retroceder y acercarse donde habían entrado los tres amigos. La cueva estaba húmeda y resbaladiza, Pablo susurró: "no hagan ruido, si nos descubren estamos muertos", las muchachas no salían de su asombro, no entendían nada y de repente, no daban crédito a lo que estaban viendo.
Miriam se arrancaba la piel o lo que parecía serlo, apareciendo un ser deforme, de apariencia horrorífica, se dirigían a una extraña máquina conectada a muchos tubos en los cuales corría en su interior un aparente líquido grisáceo y rojo.
En ese momento aparecieron más seres monstruosos, cogían los tubos y absorbían de ellos el líquido.
Pablo y las gemelas escondiéndose, entraron en otra derivación de la cueva y ya no consiguieron controlar el horror que sintieron, cada tubo estaba conectado a la cabeza de, muchos vecinos del pueblo que habían desaparecido.
En esa cueva colgaba el letrero.
"MENÚ DEL DÍA, CEREBROS HUMANOS"   


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